miércoles, 15 de julio de 2015

Capítulo 5 - 40k

Capítulo V - Siempre llegan

Tras recibir el  mensaje de emergencia emitido por el planeta Imperial, las hermanas de batalla no dudaron en dirigir sus cruceros hacia el planeta, que custodiaban los seguidores de su amado Emperador.

Tras desplegar sus fuerzas, en un punto que habían considerado como óptimo, por cercanía al lugar de la emisión y porque los escáneres revelaron que era una zona libre de peligro.

Empezaron a movilizarse lo más rápido posible, pues no había duda de que el enemigo al que tendrían que enfrentarse era, junto con el caos, de los más temidos, el estado de las ciudades y la mayor parte del planeta era una clara señal de que los tiranidos habían puesto sus garras en él.

Conforme mas se acercaban a la ciudad de donde provenía el mensaje, más gritos, explosiones, disparos y monstruos podían verse. Sabían que se enfrentaban a una misión de rescate muy extrema, pues los pocos supervivientes que quedasen se encontrarían en aquella ciudad asediada. Los restos de hombres y tiranidos plagaban las carreteras y las calles, algún grupo rezagado de tiranidos, intentaba enfrentarse a las furiosas hermanas, pero les ocupaban tan poco tiempo que no hacía falta casi ni frenar la marcha.

Al llegar a la ciudad se encontraron con grandes grupos corriendo y huyendo de los Tiránidos, en todas direcciones, parecía que habían perdido la fé en sus protectores, ciertamente la Señora de la guerra lo comprendía, por eso mismo debía hacerse cargo de la situación lo antes posible, por eso ordenó a sus hermanas que comenzasen a tomar posiciones.

Tan pronto como el ejército de las hermanas de batalla comenzaba a desplegarse, los Tiranidos comenzaron a tomar posiciones, parecía que entendían que ahora el caos y el desorden no serían una buena baza. Cuando los bichos comenzaron a disponerse de una forma más ordenada, un aterrador gruñido emergió de dentro de la ciudad, un poderoso líder tiranido salió de una de las calles con el cuerpo de un guardia imperial en una de sus manos, cuando observó a su nuevo rival, cogió al aterrado guardia y comenzó a tirar con fuerza, hasta que el cuerpo quedó dividido por la mitad y la sangre junto con los órganos comenzaron a desparramarse, acto seguido se acercó la parte superior a la boca y se lo comió.

Jenna Jamesson, quedó horrorizada con la imagen, ordenó a sus hermanas avanzar y rescatar a todos los supervivientes posibles, sabía que no podía desatar la furia de sus hermanas sin contemplar alguna baja, puesto que el planeta ya estaba perdido, era preferible intentar rescatar al gobernador del planeta y los civiles.

Los Tiránidos alertados por el tirano con su rugido comenzaron a moverse y abalanzarse contra los pequeños grupos que aún salían corriendo, mientras recibían el constante fuego de las armas imperiales, aprovecharon el número y el vínculo a sus criaturas sinápticas para ignorar el número de bajas.

Las hermanas usaron sus rhinos para poder acercarse lo más rápido posible a los grupos, pero aún así no siempre fue suficiente, el caos y el terror había hecho presa de todos ellos y corrían en todas direcciones sin ningún orden y sentido. Consiguieron rescatar a algún grupo de civiles, pero el más importante, el del gobernador, corrió una suerte muy distinta, pues un grupo de tiranidos lo rodeó y aunque la escolta del gobernador pudo hacer frente a muchos de ellos, el enemigo que finalmente tuvieron delante acabó con su moral y coraje, se trataba del mismísimo líder de la horda tiránida… El tirano de enjambre, también llamado Rodolfo, lo apodaron así ya que el primer imperial que cayó bajo sus garras fue un familiar del gobernador, y este le puso el nombre para jamás olvidar al tiránido que lo hizo.

El gobernador se abalanzó contra la terrible bestia cegado por su odio y cólera, aunque intentó luchar con valentía, tanto el cansancio como la desesperación pudieron con él y Rodolfo no dudó en agarrar al rechoncho gobernador y devorarlo.

Las hermanas viendo esta situación procuraron terminar de rescatar a los pocos que quedaron con vida, para después retirarse, ni un exterminatus arreglaría esa situación, pues las naves no llegarían nunca a tiempo.

Aunque esta batalla pudo contar como una pequeña victoria para las hermanas, el precio que iban a pagar les iba a pasar factura, de forma más notoria de lo que podían valorar inicialmente, pues el planeta que la flota tiránida había devorado era el nexo de unión del imperio con las tropas enviadas a la guerra dentro del nuevo sector.

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